Las fuerzas un poco mermadas para el tercer día. Pero al ver la programación, repentinamente nos recargamos de energía. El último día del Curacao North Sea Jazz Festival 2019 era también otra invitación para ponerse al día con la historia, con viejos amores musicales que disfrutamos y respetamos desde la distancia. No había pues disculpa lo suficientemente válida para quedarnos disfrutando del aire acondicionado y las comodidades del Livingston Jan Thiel Resort.
Debemos confesar que en muchas ocasiones vimos reseñado un grupo jamaiquino llamado Third World, pero nunca tuvimos acceso o curiosidad por su reggae de fusión, con fuertes influencias del soul, funk y disco. Y verlos en el escenario Sir Duke, el tercer día del evento, nos confirmó la importancia de no desdeñar, de no hacer juicios de valor sin conocer, sin haberse atrevido. Porque eventos como el CNSJF también deber ser entendidos como el acceso a lo desconocido o ignorado. Aquí no hay disculpas.
Third World fue pues una experiencia de asombro ante un sonido que, aunque fundado en 1973, aun guarda una extraordinaria vigencia gracias a un habilidoso manejo de elementos electrónicos, con sintetizadores de este generación y otros que podrían ser definidos como vintage. Música eterna, a la que no parece haberle afectado el tiempo. Reggae contemporáneo, ideal para quienes creemos que las fusiones con otros géneros son las que mantienen vivas y actuales las músicas.
A la misma hora, en el Celia Stage, hacía su presentación David Sanborn. Tocó pues salir corriendo, repartirse entre ambos espectáculos. Quizás la única figura auténticamente jazz de un festival con el apellido jazz en su nombre, Sanborn es un saxo alto que en ocasiones toma el soprano como propio. Su ya larga carrera en el smooth, asi como su participación en discos de Eric Clapton, Paul Simon, Billy Joel, Elton John, Eagles, Roxy Music y hasta Stevie Wonder, entre muchos otros, dan muestra de su versatilidad y de una calidad que traspasa géneros y tiempo.
Sanborn, respaldado por un ensamble de maestros, tocó sus piezas más conocidas, con algunas adiciones improvisadas, al tiempo que nos dejó apreciar facetas que no se encuentran en sus más de veinte discos editados a la fecha. Impulsado por sus compañeros de escena, animado por un público receptivo y respetuoso de su arte y de su historia, armó un set que señalaba no solo sus impresionantes solos instrumentales, sino también la suficiencia de sus compañeros de escena.
Salir del Celia corriendo para Sam Cooke a ver a la más diva de todo el evento: Mariah Carey. Fiel a su condición de super estrella de un pasado no tan lejano (su más reciente disco, Caution, fue editado en 2018), esta Ave Cantora Suprema hizo lo que mejor sabe hacer: cantar duro, alto, sostenido. Comportarse como diva, invitando a sus maquilladores a que la retocaran, en más de dos ocasiones, frente a toda la audiencia. Y en su condición de diva del pop, el soul y todos los territorios que ha habitado en sus quince álbumes editados, manejar el público a su antojo, serena y siempre bien compuesta.
Presentaciones como la de Mariah Carey son otro componente necesario en un evento que, como el CNSJF, dan una mirada completa a la historia del pop, el jazz, el sonido tropical y sus diferentes ramificaciones. Carey canta igual de bien que en sus mejores momentos, y al tiempo se permite ciertas licencias vocales a las cuales no cualquiera puede acceder.
Aun quedaban dos actos más programados en nuestra agenda. El primero de ellos, un encuentro con Gladys Knight, al misma que junto a The Pips, crearon temas épicos bajo la estela de la legendaria discográfica Motown.
A pesar de contar con 75 años, esa voz no ha perdido la fuerza y el poder de sus épocas más gloriosas. Una cita con la historia, con alguien que cantó canciones que ya son standards como I Heard It Through The Grapevine o Midnight Train To Georgia, con más de 50 álbumes editados (el primero de ellos en el lejano 1961), y que la erigieron como figura central del soul.
Knight llenó el Celia como pocas veces se había visto. Nadie, de cierta edad, quería perderse este viaje de nostalgia, ese recorrido histórico con una auténtica protagonista de la época más gloriosa del sonido negro construido en los Estados Unidos. Sin a lugar a decepciones, quienes fuimos quedamos empezados. Mejor así.
Once de la noche. Sábado 31 de agosto. El show más esperado de todo el Festival. A escena la formación estadounidense Maroon 5. Los más jóvenes, su público natural, coparon las primeras filas del Sam Cooke. Atravesar o al menos acercarse un poco, fue imposible. Los menos fanáticos (y menos jóvenes) aceptamos ver al grupo de Adan Levine desde una prudente distancia, a veces en las pantallas ubicadas a lado y lado del escenario.
Ese pop suave y algo adolescente de los discos y videos, en vivo, se transforma en una potente banda de guitarrazos y tambores estridentes que te ayudan a cambiar un poco la idea de un grupo liviano. Maroon 5 en vivo es una banda de rock, como el rock que nos gusta a quienes no nos mueve Levine y su combo. Esa es la magia del en vivo. Esa es la magia y las cosas imposibles que suceden en el Curacao North Sea Jazz Festival de año tras año.
Cámara FM agradece a la Oficina de Turismo de Curacao y el Livingston Jan Thiel Resort.