Edgar Froese, fundador del grupo Tangerine Dream, murió el 20 de enero en Viena (Austria), víctima de una embolia pulmonar. Tenía 70 años y era uno de los músicos más activos surgidos de la eclosión del rock alemán: ha dejado una inmensa discografía, con más de cien referencias de su grupo y unas veinte como solista.
Como sus compañeros de generación, su vida quedó trastornada por la II Guerra Mundial, que se cobró la vida de su padre. Nacido el 6 de junio de 1944 en Tilsit, su familia debió huir de esa localidad prusiana, que ahora se llama Sovetsk y forma parte de Rusia. Edgar Willmar Froese creció en el Berlín Occidental, donde estudió piano a la vez que se matriculaba en Pintura y Escultura en la Academia de las Artes.
La irrupción de la música beat le empujó a aprender guitarra e integrarse en The Ones, un sexteto levemente psicodélico que sacó su único single en 1967. De visita en la Costa Brava, tocaron en la casa de Salvador Dalí, un encuentro que, según Froese, le empujó a la búsqueda de la originalidad.
Como muchos otros jóvenes músicos alemanes, Edgar terminó asumiendo que era ajeno a la cultura inglesa o estadounidense; prefirió la experimentación sonora. Tangerine Dream tuvo una formación convencional entre 1967 y 1969, y en 1970 se quedó en trío, donde todos tocaban teclados, aparte de otros instrumentos. Ese planteamiento radical les llevó a buscar laboriosas técnicas de generar sonidos, aunque pronto descubrieron los secuenciadores, sintetizadores, cajas de ritmo y demás productos de la moderna tecnología musical. Tras cuatro discos en el sello Ohr, creado por el periodista y teórico Rolf Ulrich-Kaiser, ficharon en 1973 por la londinense Virgin, que les lanzó internacionalmente con Phaedra.
Originalmente, Tangerine Dream desarrollaba un rock espacial al estilo de la primera encarnación de Pink Floyd. Debido a su tímbrica, eso pasó a denominarse “música cósmica” o “música planeadora”. A diferencia de Kraftwerk, sus austeros compatriotas, combinaban el pulso maquinal con efectos dramáticos y melodías atractivas.
Con su inmensa producción, Tangerine Dream anticiparon todo tipo de tendencias, desde la new age al chill out, influyendo también en algunas variedades de la dance music. Su huella se hace más evidente en lo que se conoce como ambient.
El grupo pasó de los temas interminables a los formatos breves gracias al director William Friedkin, que requirió su colaboración para la remake de El salario del miedo, en 1977. Es leyenda que, invirtiendo el método habitual, Froese le mandó la partitura cuando el equipo todavía seguía rodando. Trabajar para Hollywood resultó una bendición en todos los sentidos; hasta podían reciclar fragmentos de piezas más extensas. Su música apareció en películas de éxito, como Risky Business; también trabajaron con cineastas como Ridley Scott o Michael Mann.
Froese fue cambiando de acompañantes en los 47 años que ha durado el grupo. En 1990, incorporó a su hijo Jerome. De hecho, uno de sus ideales era la autosuficiencia: muchas portadas fueron realizadas por su primera esposa, Monique; a partir de 1996, montó un sello propio donde editaba música nueva y rarezas.
Con el tiempo, se fue reconciliando con las fórmulas tradicionales anglosajonas, grabando con cantantes invitados, interpretando temas históricos de rock y utilizando ritmos latinos. A pesar de que su música puso fondo a innumerables viajes alucinógenos, Edgar siempre se mostró contrario a las drogas; era un vegetariano que también rechazaba el alcohol. Detestaba los muchos tópicos que circulaban alrededor del grupo y quería enmendarlos con su autobiografía, Tangerine Dream: force majeure, 1967-2014.